Las clavelinas de los caminos de por aquí y por
allá
Dianthus hyssopifolius |
Dianthus hyssopifolius |
Subir a la sierra por el pestoso Camino de la Piedra tiene el atractivo de encontrarme en el sendero hacia los arcos con clavelinas, txulufraiak, de penetrante fragancia y pétalos rosáceos con flecos. Las encuentro también en los senderos de Leyre y por entre los pinos de El Castellón, entre la hierba y los bojes.
Y qué menos que ponerse un par en un ojal de la camisa; no hay peligro, tienen raíces profundas y pronto darán nuevos tallos.
Dianthus hyssopifolius |
Estas clavelinas llevan en su nombre lo divino de su fragancia, dianthus, las flores (anthos) de dios, según la síncopa que empleó Linneo. Parece ser que el nombre dianthus ya fue aplicado en el S. IV a.c. por el filósofo griego Teofrasto a unos claveles vistosos y no olorosos; vamos, como los que nos encontramos en los puestos de flores, con muy buen aspecto pero sin la gracia del perfume.
Dianthus hyssopifolius |
El gran Teofrato –el de la frase divina-, natural de Ereso en la isla de Lesbos y discípulo de Aristóteles, está considerado como “padre de la botánica” por sus dos extensos tratados sobre plantas.
-Sobre la historia de las plantas- propone una primera clasificación de las plantas: árboles, arbustos, subarbustos y hierbas.
En el otro, Περὶ φυτικῶν αἰτιῶν
-Sobre las causas de las plantas-, estudia sus formas de reproducción y difusión. En él trata también del olor; así que supongo que no pasaría por alto el de estas clavelinas.
Dianthus hyssopifolius |
Es
su fragancia lo que hace que las clavelinas me resulten tan atractivas y las
fotografíe más de una vez en mis paseos montañeros.
Sin notarlo en un principio,
he visto clavelinas atípicas. Aunque generalmente tienen flores hermafroditas,
con estambres y pistilos, en alguna ocasión las clavelinas sólo tienen
pistilos, careciendo de estambres.
Así mismo la coloración de los pétalos suele
ser rosácea, aunque no es raro verlas con flores blancas.
Dianthus hyssopifolius |
Que estas clavelinas tengan como nombre específico hyssopifolius, tiene su aquél. La forma de las hojas o quizá su fragancia, le recordó a Linneo los caracteres de otra planta olorosa, el hisopo, que no se da por aquí. Sólo conozco la versión metálica y húmeda eclesiástica.
Si bien es verdad que humedeciendo las hojas de hisopo se solían hacer aspersiones perfumadas, creo yo que serían aspersiones alejadas del carácter agresivo de eso de santificarte a fuerza de hisopazos.
Tras
la fragancia de las violetas,
el suelo nos envía los nuevos aromas de las
sonrosadas clavelinas
Dianthus hyssopifolius |
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