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jueves, 23 de julio de 2015

STACHYS OFFICINALIS

A vueltas con los nombres y las virtudes de las plantas
    
Stachys officinalis

Stachys officinalis




El nombre botánico de las plantas tiene curiosidades difíciles de explicar, como se ve en este caso. Esta planta se llama en euskera otondo o sugeria y en castellano, betónica, que es el usual, con sus variantes fonéticas, en las lenguas romances y germánicas. Carl Linneo mantuvo la palabra latina betonica para denominar a esta planta en su nomenclatura binomial.





Stachys officinalis







Este nombre se había conservado desde la época romana y no había dado lugar a confusión, como les había ocurrido a otras plantas, cuyos nombres se aplicaban a especies distintas. La betónica era una planta medicinal (officinalis) bien conocida, empleada y descrita durante siglos. Así la vemos nombrada y dibujada en el Herbarium de Egenolff de 1544, conservado en Roncesvalles y reeditado recientemente. 



 
Stachys officinalis






Sin embargo, hoy día este género de plantas se conocen como stachys, que es como decir espiga de trigo en griego, por inverosímil que parezca. Este cambio tan extraño se lo debemos a Vittore Benedetto Antonio Trevisan de Saint-Léon y a ver quién se lo discute a alguien con ese nombre. Pues bien, este Trevis (que es cómo, ahora que no les oye, le llaman los botánicos) les puso este nombre en su Prospecto della Flora Euganea (1840). Supongo que al dar la lista de las plantas de los montes de su pueblo no le parecería culto el nombre que le daban sus vecinos y quiso hacerse notar.

Stachys officinalis








Las virtudes curativas de la betónica eran conocidas en la antigüedad por los egipcios, griegos y romanos (según Carlos G. Wagner). Antonio Musa, médico de Augusto y a quien alivió de la artrosis y otras varias dolencias con emplastos fríos de betónica (según Seutonio LIX y LXXXI), estimaba que tenía efectos favorables sobre más de cuarenta dolencias, ¡nada menos! La noticia de las cualidades médicas de Musa llegó hasta Linneo y para hacer perdurable su nombre lo aplicó a los ¡plátanos!; por eso, a los de Canarias los botánicos les llaman Musa acuminata.

Stachys officinalis









Se puede decir que la betónica ha tenido durante muchos siglos la consideración de panacea, incluso más allá de lo físico. Durante la Edad Media se plantaba en los cementerios para alejar los espíritus malignos, se llevaba como amuleto y era usada como filtro de amor. La farmacopea actual ha vuelto a tomar en consideración las virtualidades de la betónica, a través de la valoración terapéutica de sus componentes fitoquímicos




   
La fama de curalotodo, que la ha hecho merecer una tesis doctoral, 
hará que la mire con el respeto debido al birrete. 
  
Stachys officinalis

viernes, 3 de julio de 2015

LEONTODON HISPIDUS

Las flores que resultan ser unos pelosos dientes león
  
Leontodon hispidus
Leontodon hispidus






El león estaba ya muy mayor. Por la mañana, le costaba enderezarse sobre sus cuatro patas. No participaba en las cacerías y se bastaba con algún que otro despojo. Además, iba perdiendo los dientes, y esto le ponía mohíno a ratos.








Leontodon hispidus









Pero, si notaba que le faltaba otro diente, sabía que durante la siesta de la tarde sentiría las cosquillas del ratoncito Odón Pérez. Y estando amodorrado, vería como el ratoncito recogería su diente perdido y lo ocultaría en un hoyo que él nunca llegaba a distinguir.  









Leontodon hispidus





Al poco, aparecería el Hada de los Dientes con su corona y su vara mágica destellante. Con gesto solemne tocaría el punto donde se ocultaba su diente y… al instante brotaría una planta con flores amarillas deslumbrantes. Sería su diente de león hecho flor; el leontodon de largos pelos, como los de su melena.






Leontodon hispidus










Así, se despertaba risueño; sin el malhumor que le había producido la pérdida del último diente. Pronto las flores serían semillas plumosas, que volarían llevadas por el viento, y su diente sería muchos dientes de león. No tardaría en ver que los humanos aparecían a llevarse sus pelosos dientes de león para tratar trastornos renales y como eficaz antiinflamatorio.







Leontodon hispidus



    


No le molestaba que se llevaran sus flores, pero a veces les rugía como enfurruñado cuando se acordaba de que estaban borrando la capa de ozono. Según le había dicho en una ocasión su ratoncito, quien resultaba ser además un gran sabio, sin esa capa invisible, a sus amarillos y resplandecientes dientes de león se les cerraban los estomas y lo pasaban mal








El no entendía nada; era solo un viejo león,
pero le creía y volvía a quedarse amodorrado
   
Leontodon hispidus