Las flores que resultan ser unos pelosos dientes león
Leontodon hispidus |
Leontodon hispidus |
El león estaba ya muy mayor. Por la mañana, le costaba enderezarse sobre sus cuatro patas. No participaba en las cacerías y se bastaba con algún que otro despojo. Además, iba perdiendo los dientes, y esto le ponía mohíno a ratos.
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Pero, si notaba que le faltaba otro diente, sabía que durante la siesta de la tarde sentiría las cosquillas del ratoncito Odón Pérez. Y estando amodorrado, vería como el ratoncito recogería su diente perdido y lo ocultaría en un hoyo que él nunca llegaba a distinguir.
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Al poco, aparecería el Hada de los Dientes con su corona y su vara mágica destellante. Con gesto solemne tocaría el punto donde se ocultaba su diente y… al instante brotaría una planta con flores amarillas deslumbrantes. Sería su diente de león hecho flor; el leontodon de largos pelos, como los de su melena.
Leontodon hispidus |
Así, se despertaba risueño; sin el malhumor que le había producido la pérdida del último diente. Pronto las flores serían semillas plumosas, que volarían llevadas por el viento, y su diente sería muchos dientes de león. No tardaría en ver que los humanos aparecían a llevarse sus pelosos dientes de león para tratar trastornos renales y como eficaz antiinflamatorio.
Leontodon hispidus |
No le molestaba que se llevaran sus flores, pero a veces les rugía como enfurruñado cuando se acordaba de que estaban borrando la capa de ozono. Según le había dicho en una ocasión su ratoncito, quien resultaba ser además un gran sabio, sin esa capa invisible, a sus amarillos y resplandecientes dientes de león se les cerraban los estomas y lo pasaban mal.
El no entendía nada; era solo un viejo león,
pero le
creía y volvía a quedarse amodorrado
Leontodon hispidus |
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