Æthionema saxatile |
Entre las grietas de la foz, coronilla de flores y enigmas
Æthionema saxatile |
Andando entre los visitantes de la foz, he solido
fantasear con los nombres de las personas con las que me cruzo. Les hago pasar de
ser seres anónimos a ser personas con biografías individuales, conmovedoras, divertidas,
enigmáticas, curiosas, relevantes, estimadas y tan variadas… Tan variadas como
la multitud de especies de plantas, por sus formas, colores, aromas,
componentes; como estas plantas que veo en los márgenes del camino.
Ya sé que
todo esto lo han dicho botánicos en sesudos tratados y afamados escritores en
extensas narraciones, pero hoy lo hago mío por sacar del anonimato a esta
planta, sin nombre en euskera ni en castellano, ni en las otras lenguas del
entorno. Es tan anónima que ni se la menciona en el Manual de hábitats de
Navarra en la comunidad de roquedos calizos de la sierra de Leyre.
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Pues sí, aunque en Navarra no es exclusiva de esta parte
de la sierra, entre la cantera y la foz, es aquí donde es más fácil encontrarla
florida en primavera. Entre las rendijas que deja la erosión de la roca caliza,
aparecen ramilletes de estas coronillas que, a medida que florecen, alargan el
tallo, como para dar lugar y tiempo a una fructificación exitosa. Es, por
tanto, planta saxátil,
que se da en sasos, roquedos calizos del lado norte del Mediterráneo. Sin bien, ha
de tener también algo de planta relicta, reliquia de otras épocas geológicas, cuando
veo que se extiende por la Cordillera Cantábrica, incluso hasta León, sirviendo
de alimento a una rara especie de mariposa.
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Esta condición de planta relicta se ha estudiado en otras
zonas de Europa,
sin que haya sido constatada, sin embargo, su presencia en las Islas
Británicas. Pero, fue precisamente el escocés Robert Brown (sí, el descubridor
del movimiento browniano)
quien ideó este nombre de origen griego para ella, fijándose en la forma rara,
diferente (aethio, hetero) de los filamentos (nema) de los cuatro estambres más
apreciables. Y fue otro escocés, W.T. Aiton,
quien en 1812 hizo de ella la primera descripción en el catálogo de la flora del
Real Jardín Botánico de Kew de Londres, Hortus
Kewensis, jardín que desde su creación, hace más 250 años, sigue
abierto al público, para asombro de visitantes y estudiosos de la botánica.
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Gracias,
pues, a los escoceses ya tiene nombre y, como cualquiera, sus peculiaridades,
sus heterodoxias, y no solo en la forma de los estambres. Lo de hetero también
le conviene por la forma de sus frutos: las silicuas, vainas que contienen una
o varias semillas, conformadas a medida que se abren nuevas flores. Las
silicuas, mira por donde, resultan ser heterocarpas:
unas dehiscentes y otras no; las dehiscentes se abren por la mitad para dejar
salir las semillas y las indehiscentes guardan su única semilla hasta llegar al
suelo.
Algunos estiman que es una forma de asegurarse la reproducción, dadas
las duras condiciones del hábitat; pero considerar previsora a una planta… ¡sería atribuirle
cualidades humanas! ¿O será al revés, que la previsión es antes vegetal que
humana? Porque, más bien, parece que va en los genes y no depende del lugar o
las condiciones ambientales.
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Esa pregunta me puede parecer retórica, pero es que,
además, la Aethionema actúa de manera estratégica, y nada menos que contra una
especie del hongo aspergillus, hongo que trae de cabeza a las UCIs de los hospitales.
La estrategia, que ha puesto en práctica, consiste en proteger las semillas cubriéndolas
con glucosinolatos
(GLS), eficaces para impedir el desarrollo de este hongo. Es cierto que la
producción de GLS es general en las crucíferas, berzas, brócolis, mostazas,
etc., pero lo específico es que esta planta regula su cantidad en razón de si
las silicuas son dehiscentes, o no. Todo lo cual ya es mucho saber, prever,
producir y prevenir para ser una planta anónima, como uno mismo paseando junto
a tantos. ¿O no?
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Preguntas, secretos, misterios de las plantas sin voz y sin nombre. O no.
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