Por las grietas de los adoquines se nos ha colado la
primavera
Erophila verna |
Erophila verna |
Hace pocos años, en tiempos de empuje y abundancia,
adoquinaron calles y plazas del pueblo con conglomerados de piedrilla: pasamos
del empedrado de cascajo, secular y tortuoso, al enlosado de hormigón, cómodo y árido.
Pareció que se acababa con las torceduras de tobillo, al tiempo que con la
variada flora natural de las calles; pero no contábamos con que la vegetación se ha
tragado civilizaciones tan florecientes como lo fueron la maya o inca.
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Sin llegar a tanto, veo que los intersticios de los
adoquines se han rellenado de polvo, suficiente para soportar musgo en el que
se sujetan las semillas de pequeñas plantas que aprovechan su humedad. Los biseles
tienen poco más de un centímetro, pero suficiente para animar una variada vida
vegetal y animal. En marzo ya tenemos en pleno desarrollo estas plantitas de cuatro
pétalos blancos bífidos y pronta fructificación, antes de que lleguen los calores de mayo.
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Viendo la rápida transformación de la flor en fruto, me
viene a la memoria la frase: “Vive rápido, muere joven y deja un bonito…” En este caso no
un “bonito cadáver”, sino una abundante sementera: más de treinta semillitas
por fruto y cada planta puede tener más de diez.
Así la pervivencia de la erofila está asegurada
y la veremos florecer cada nuevo ciclo anual, sin preocuparse de los temores de
algún que otro mirón
ventanero.
Erophila verna |
La Erophila verna, la primaveral aficionada a la
primavera, que esta viene a ser la traducción del nombre botánico al
castellano, funciona como el despertador natural de la vegetación: la primavera
ha venido y la erofila ya sabe cómo ha sido.
La vemos florida por todo el mundo
templado, o no tanto, hasta en Laponia o Groenlandia.
Se cuenta que en Suecia su floración servía para iniciar con tiempo propicio las
labores de la siembra del centeno.
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Cuando el sábado me di una vuelta por los almendros de Aspra,
también aparecía con profusión entre los pétalos que desprendía el viento y las
gravas que afloran entre las antiguas viñas abandonadas. No he encontrado la
razón por la que a esta plantatita la llamen con un nombre largo: “Pan y
quesillo”. Quizá sea por lo contrario que a otra planta del inicio del otoño le
llaman merendera. Seguro que serán alimento de los pajarillos que nos alegran
la primavera.
La luz prolongada de los días de marzo es la campanilla
que llama a la vida de un nuevo ciclo floral
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