La admirable: la vida y la muerte en amarillo
Agave americana |
Agave americana |
Fue a mediados de septiembre cuando Ana Carmen me
preguntó si había sacado fotos a las plantas que habían crecido varios metros durante
el verano junto a su casa.
- ¿Varios metros?
Me faltó tiempo para coger la cámara e ir a ver qué plantas podían crecer de forma tan desmesurada. Había pasado varias veces cerca de su casa tomando fotos de la variada vegetación de las eras: orquídeas, papilionáceas, geranios o cardos; pero no había reparado en que se estaba desarrollando algo tan extraordinario al otro lado de su casa.
- ¿Varios metros?
Me faltó tiempo para coger la cámara e ir a ver qué plantas podían crecer de forma tan desmesurada. Había pasado varias veces cerca de su casa tomando fotos de la variada vegetación de las eras: orquídeas, papilionáceas, geranios o cardos; pero no había reparado en que se estaba desarrollando algo tan extraordinario al otro lado de su casa.
Agave americana |
En
efecto, era algo sorprendente y además, memorable. Su padre, Leonardo, me recordó
que hacía diez y seis años en ese lugar habían florecido esas plantas de
grandes hojas gruesas y punzantes, precediendo al nacimiento de su nieta. ¡Cómo
él no iba a recordarlo! Así he sabido que los agaves tardan más de diez años
en florecer y que la planta muere tras haber cumplido su ciclo reproductor y diseminado cantidad de semillas (monocarpismo).
Por mi parte, recordé que en la excursión por la costa de Almería mi amigo Javi se entusiasmó viendo unos palos secos y nos hizo fotografiarle junto a ellos; son agaves, aseguraba.
Por mi parte, recordé que en la excursión por la costa de Almería mi amigo Javi se entusiasmó viendo unos palos secos y nos hizo fotografiarle junto a ellos; son agaves, aseguraba.
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Cristóbal Colón describió los agaves americanos y los
confundió con los aloes mediterráneos por el parecido de las hojas. Y aloes se
los llamó durante años. Fue el botánico Rudolf Jakob Camerer quien a finales
del S.XVII dejó constancia de que en 1583 había florecido en Europa el primer
“aloe americano” en el Jardín Botánico de Pisa. Este Camerer no era un
tuercebotas que pasaba por allí. Fue quien explicó en 1694 la
función del polen en la fecundación de las plantas
con flores dioicas; vamos, que las plantas tienen sexo.
En 1737, el botánico Johann Wilhelm Weinmann
incluyó el agave entre los mil grabados de plantas coloreados a mano en su Phytanthoza
Iconographia.
Agave americana |
Agave ( ἀγαυή, "admirable" en griego) es el nombre que le
dieron los europeos admirados de lo llamativo de la inflorescencia o de los
efectos del aguamiel de su savia. ¡Vete a ver!
La savia del tallo es un aguamiel
que fermentado produce el pulque y destilado, el mezcal o el tequila, según las
especies empleadas. En América el agave tiene varios nombres: pita y sisal,
entre otros. No se importaron estas palabras para aplicarlas a la planta, como
en otros casos, sino a las fibras que se obtienen de las hojas y con las que se
hacen cuerdas y redes.
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Sin llegar a los apuntados derivados insanos, se sabe que
el agave, como la achicoria, la alcachofa, la cebolla o el puerro, tienen unos
carbohidratos peculiares, los fructanos,
muy aprovechables en una alimentación sana. Son peculiares porque no se digieren
en el estómago. No, casi sin alteración llegan al intestino grueso, donde los
fructanos son metabolizados por la flora y las bacterias presentes y así
resultan un saludable prebiótico. ¡Vaya cartera de valores para una planta tenida por invasora!
Nos queda por ver florecer los otros agaves del pueblo: los del huerto de Juan Mari
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