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martes, 7 de febrero de 2017

CREPIS SANCTA

Santas y discretas, en la efervescente vida de primavera
   
Crepis sancta
Crepis sancta



Sospecho que hay flores de segunda y hasta de tercera. Así es que vemos flores silvestres deslumbrantes por su forma, color o fragancia y otras que pasan desapercibidas; figuran como un elemento más del paisaje habitual de todas las primaveras y no reciben una atención admirativa. Y esto es en el mejor de los casos, porque si oyeran, tendrían que oír comentarios como:
̶ ¡Bah! esas son de las meonas ̶  como suele decirse en general de las plantas con cabezuelas amarillas. Entre esas amarillas ¡claro!, estas crepis que cubren los ribazos, sotos, olivares y eras del pueblo.
̶̶  ¿Sordas? Para lo que hay que oír…
Crepis sancta









Cierto es que se parece al diente de león, pero son pelosas y si se corta el tallo, parece que no echa tanta savia blanca. Además, de lejos hacen el efecto de una alfombra de color amarillo, sobre el fondo verde de las hojas que cubren el suelo. Esta abundancia me confundió porque tenía leído que su presencia era solo puntual en Navarra. Desconozco cuándo ha ocurrido la profusa difusión de estas crepis, que también las he visto abundantes por terrenos similares de Cáseda, en la margen izquierda del Aragón.



Crepis sancta





Esta especie parece ser originaria de las proximidades del Asia Menor, desde donde se difundió por la cuenca mediterránea. Ya a comienzos del S.XIX se localizaba en Avignon (Francia) en 1818 y paulativamente se expandió hacia el sur y hacia el norte, siendo hoy en día abundante en todo el paísEn Bélgica se localizó a final de los cuarenta del S.XX y se la consideró planta invasora, lo mismo que en el entorno del lago de Banyoles de Girona. 
El seguimiento de su expansión fue posible por las sucesivas localizacio-nes en territorio francés a lo largo del S.XIX.
Crepis sancta





Quizá esta expansión sea favorecida por el hecho de que las flores agrupadas en la inflorescencia produzcan dos tipos cipselas. Las cipselas, estas semillas formadas por aquenio y vilano, que llevadas por el viento o el soplo de los melancólicos, se alejan de la base de la planta. 
Tener cipselas es común con otras plantas de flores compuestas, como los cardos o el té de roca. Lo que diferencia esta especie, también de otras crepis, es que tienen dos tipos de cipselas: las interiores tienen aquenios marrones alargados y las exteriores son claras y tienen alas extendidas a lo largo del aquenio.
Además, tienen largos pelos en la base de la inflorescencia.

Crepis sancta






Estas santas crepis no serán especialmente vistosas, pero han atraído la atención de variados insectos, algunos tan útiles como las abejas productoras de miel.
Y además de los insectos,  se han fijado en ellas los investigadores, quienes han estudiado en ellas temas tan variopintos como el efecto Alle sobre su supervivencia en entornos urbanos, las variaciones genéticas a través del estudio de los microsatélites polimórficos, la depresión endogámica en virtud de la competencia intraespecífica o que han cuestionado la Ley Baker, ¡nada menos!
¡Y claro! No podía faltar en este sarao la industria de pesticidas, para eliminarlas con amitrol del suelo de los olivares.


  
Sorprendente y maravillosa complejidad, hasta en las plantas más anodinas
   
Crepis sancta

2 comentarios:

  1. Tienes más razón que un santo. Precioso artículo y muy bien documentado. Mil gracias.

    Carolina Larrosa, de Vitoria-Gasteiz

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  2. ""Sorprendente y maravillosa complejidad, hasta en las plantas más anodinas""

    Es que no son anodinas. Son monocoloradas y frecuentemente numerosas pero igualmente interesantes que flores más raras y aparentemente más sutiles.

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