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sábado, 16 de noviembre de 2013

AGAVE AMERICANA

La admirable:  la vida y la muerte en amarillo

Agave americana
Agave americana






Fue a mediados de septiembre cuando Ana Carmen me preguntó si había sacado fotos a las plantas que habían crecido varios metros durante el verano junto a su casa. 
- ¿Varios metros? 
Me faltó tiempo para coger la cámara e ir a ver qué plantas podían crecer de forma tan desmesurada. Había pasado varias veces cerca de su casa tomando fotos de la variada vegetación de las eras: orquídeas, papilionáceas, geranios o cardos; pero no había reparado en que se estaba desarrollando algo tan extraordinario al otro lado de su casa.
Agave americana
En efecto, era algo sorprendente y además, memorable. Su padre, Leonardo, me recordó que hacía diez y seis años en ese lugar habían florecido esas plantas de grandes hojas gruesas y punzantes, precediendo al nacimiento de su nieta. ¡Cómo él no iba a recordarlo! Así he sabido que los agaves tardan más de diez años en florecer y que la planta muere tras haber cumplido su ciclo reproductor y diseminado cantidad de semillas (monocarpismo). 
Por mi parte, recordé que en la excursión por la costa de Almería mi amigo Javi se entusiasmó viendo unos palos secos y nos hizo fotografiarle junto a ellos; son agaves, aseguraba.












Agave americana
Cristóbal Colón describió los agaves americanos y los confundió con los aloes mediterráneos por el parecido de las hojas. Y aloes se los llamó durante años. Fue el botánico Rudolf Jakob Camerer quien a finales del S.XVII dejó constancia de que en 1583 había florecido en Europa el primer “aloe americano” en el Jardín Botánico de Pisa. Este Camerer no era un tuercebotas que pasaba por allí. Fue quien explicó en 1694 la función del polen en la fecundación de las plantas con flores dioicas; vamos, que las plantas tienen sexo
En 1737, el botánico Johann Wilhelm Weinmann incluyó el agave entre los mil grabados de plantas coloreados a mano en su Phytanthoza Iconographia.


Agave americana

Agave ( ἀγαυή, "admirable" en griego) es el nombre que le dieron los europeos admirados de lo llamativo de la inflorescencia o de los efectos del aguamiel de su savia. ¡Vete a ver! 
La savia del tallo es un aguamiel que fermentado produce el pulque y destilado, el mezcal o el tequila, según las especies empleadas. En América el agave tiene varios nombres: pita y sisal, entre otros. No se importaron estas palabras para aplicarlas a la planta, como en otros casos, sino a las fibras que se obtienen de las hojas y con las que se hacen cuerdas y redes.



Agave americana






Sin llegar a los apuntados derivados insanos, se sabe que el agave, como la achicoria, la alcachofa, la cebolla o el puerro, tienen unos carbohidratos peculiares, los fructanos, muy aprovechables en una alimentación sana. Son peculiares porque no se digieren en el estómago. No, casi sin alteración llegan al intestino grueso, donde los fructanos son metabolizados por la flora y las bacterias presentes y así resultan un saludable prebiótico. ¡Vaya cartera de valores para una planta tenida por invasora!




Nos queda por ver florecer los otros agaves del pueblo: los del huerto de Juan Mari

Agave americana

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